Wednesday, June 13, 2007

Tratado de la argumentación 70-73

70. EL ARGUMENTO DE AUTORIDAD

Existen argumentos cuyo alcance está condicionado por el prestigio. La palabra de honor que alguien dé como única prueba de la afirmación, dependerá de la opinión que se tenga de él como hombre.

El argumento de prestigio que se presenta con más claridad es el argumento de autoridad, éste utiliza juicios o actos de una persona o grupo para defender una tesis, es uno de los más atacados ya que en ambientes hostiles a la libre investigación científica fue el más utilizado concediéndole un valor apremiante, como si las autoridades invocadas fueran infalibles.
Los positivistas lo atacan tratándolo de fraudulento, como un medio de camuflar las acciones ilógicas haciéndolas pasar por lógicas, como un pseudo argumento sostenido por la autoridad de personas eminentes.

Las autoridades invocadas son muy variables, puede ser la opinión unánime, categorías de hombres como: los científicos, filósofos, o autoridades impersonales tales como: la física, la religión, o la Biblia.

Las autoridades invocadas son la mayoría de las veces autoridades específicas; el auditorio conoce su autoridad en un campo concreto y únicamente en este campo, el orador puede servirse de ella.

A menudo parece que se ataca el argumento de autoridad cuando en realidad lo que se cuestiona es la autoridad invocada, como pascal que se burla de la autoridad de la gente de condición pero apela a la de san Agustín.
Cuando hay un conflicto entre las autoridades, se plantea el problema de los fundamentos; estos deberían permitir determinar el crédito que merecen cada una de las autoridades.

La lucha contra el argumento de autoridad puede resultar del hecho de que se desea remplazar el fundamento tradicional de la autoridad por un fundamento diferente, lo cual conlleva un cambio de autoridad.

Muchas veces el argumento de autoridad no sólo es una única prueba sino que complementa una rica argumentación comprobando entonces que la autoridad tiene valor o no dependiendo de la congruencia con la opinión del orador.

En un argumento de autoridad, cuando ésta es de la mayoría, casi siempre se encuentra por debajo una concepción de lo normal y esta autoridad se manifiesta por la calificación. Es decir si algo es normal para la mayoría, esta opinión constituirá una autoridad que será corroborada con la aprobación o no de las acciones.

Se puede dar el caso de que el argumento de autoridad dé un valor argumentativo a afirmaciones que se valen de algo ignorado o incomprendido así que cuando surge la incompetencia se tiene que recurrir a una autoridad para poder juzgar.

Ejemplo

Si se trata de convencer a la población mexicana de que la ley Televisa es en beneficio del pueblo y que con esta ley se tendrá acceso a una mayor tecnología y esta a su vez hará que la sociedad mexicana progrese, el argumento de autoridad sería obviamente el señor Emilio Azcarraga Jean ya que este personaje es competente en el ámbito de las televisoras y por lo tanto representa una autoridad, por medio de ésta persona el público tal vez aprobaría la ley por que se basarían en la opinión de alguien capacitado para opinar en dicho ámbito.

Vemos aquí que podría cuestionarse el argumento de autoridad ya que algún opositor podría apelar a una autoridad de otra televisora a la cual no le convenga la aprobación de dicha ley, en este caso comprobaríamos el cambio de autoridad según la opinión del orador.

Notamos en el primer recurrimiento a la argumentación de autoridad (Emilio Azcarraga) la posición de los positivistas, ya que la acción de contar con nuevas tecnologías en al televisión, parece lógica, pero si analizamos y descubrimos que sólo podrán acceder a ella las televisoras con suficiente capital nos daremos cuenta de que dicha acción es ilógica por que la mayoría de los programas televisivos desaparecerán.

71. Las técnicas de ruptura y de frenado opuestas a la interacción acto-persona.

Dichas técnicas se deben poner en movimiento cuando existe una incompatibilidad entre lo que creemos de la persona y lo que pensamos del acto, y cuando nos negamos a operar las modificaciones que se impondrían. Tienen como finalidad el transformar la interacción en acción que va en un sentido y no en el otro.

Las técnicas de ruptura son dos: la primera consiste en impedir la reacción del acto sobre el agente y se lleva acabo cuando se considera a éste como un ser perfecto. Asimismo la segunda técnica esta referida a la reacción del agente o a la expresión de un hecho.

Ejemplo de la primera técnica tenemos lo que nos menciona Leibniz al decir que un hombre podría dar muestras tan grandes y tan importantes de su virtud y santidad que todas las razones que pudieran utilizarse para imputarle un crimen, merecerían que le les rechazara como calumnias de algunos falsos testigos.

En esta técnica la naturaleza de la persona es la única que influye en nuestra opinión sobre el valor del acto.

Como ejemplo de esta podemos mencionar lo siguiente:

El caso del conductor: Paco Stanley. De él podemos decir que era un hombre estimado por la mayoría de la población mexicana dado que se le reconocía como un hombre que sólo se dedicaba a trabar y con ello a entretener a las familias mexicanas. Con su asesinato se le comenzó a relacionar con el narcotráfico, sin embargo los adjetivos que se le adjudicaban antes de su asesinato fueron más fuertes que el hecho mismo que la razón de su muerte, tan es así que se le sigue recordando como el gran conductor de entretenimiento familiar.

Por otra parte la técnica de ruptura opuesta da la primacía al acto, el cual ya no depende de la opinión que se tiene de la persona: esta resulta de la circunstancia de que el acto expresa un hecho o enuncia una verdad.

Ejemplo de ellos tenemos el caso de Carlos Ahumada, el cual a pesar de ser un hombre que cuyos negocios giraban entorno al deporte y a la prensa escrita, tras el video escándalo en donde se le ve dando dinero al gobierno federal. En ese caso los hechos hablaban más que el prestigio del empresario.

Por otra parte llamaremos técnicas de frenado a aquellas que se utilizan para restringir la acción. Una de las cuales es el prejuicio que se manifiesta de forma en la acción como prevención. Por esto es que este gira en torno a la permanencia de la persona, misma que se opone a las incesantes renovaciones del concepto que nos formamos de una persona y que contribuye eminentemente a su estabilidad.

El prejuicio y el prestigio actúan de la misma forma, pero operan en formas diferentes dentro de la argumentación. El primero lleva al sujeto actuante a tomar en cuenta las advertencias que le mencionan y que asimismo lo guiaran en su acción, que se caracteriza como precavida.


Otro tipo de técnicas se muestran como formas de alcance más restringido, que sólo se aplican a actos determinados. Una de ellas consiste en recurrir a la noción de excepción. La cual recurre a ver el acto como fuera de los alcances del actuante por lo que su acción limitada se ve justificada por el hecho “excepcional “o fuera de o normal.

Cabe decir que dichas técnicas son muy usuales en los procesos judiciales, especialmente en el penal. En los cuales e pretende apoyo de la persona con sus actos loables y reducirla con los actos por los cuales se le juzga.

72. El discurso como el acto del orador

En las relaciones entre el acto y la persona, el discurso, como el acto del orador, merece una atención especial. El discurso es la manifestación de la persona y, la interacción entre orador y discurso, desempeña un papel muy importante en la argumentación.

La moralidad de un orador se mide en su persona. Si quien nos recomienda a un candidato espera conseguir el nombramiento o de la elección de este último una ventaja personal apreciable, la importancia de la recomendación se resentirá por ello inevitablemente. la persona es el contexto más valioso para apreciar el sentido y el alcance de una afirmación.

Las palabras de los demás reproducidas por el orador, cambian de significación en boca de otro, simplemente porque se adopta una postura diferente. Las ofensas son inocentes hechas por los niños, no así cuando son de parte de un adulto.

Dentro del prejuicio, los individuos no modifican su apreciación únicamente con arreglo al prestigio concedido al autor u orador que emite el discurso. El enunciado no es el mismo cuando de tal autor a otro cambia su significación: no sen produce una simple transferencia de valores, sino una de interpretación de un nuevo contexto. La influencia del prestigio y el poder de sugestión que ejerce se manifiestan de forma menos irracional y simplista de lo que hemos creído.

Los oradores deben de dar una impresión favorable de su persona, arraigan la estima, la benevolencia, la simpatía del auditorio. El orador, en efecto, ha de inspirar confianza: sin ella el discurso no merece crédito.

Refutar al adversario indigno de confianza mediante ataques, si puede realizarse en algunos casos muy concretos amenazaría, la mayoría de las veces, con desacreditar a quien lo aplicase. En muchas ocasiones la persona del orador desempeña un papel eminente. Por ejemplo, el vocero de Fox era sólo un declamador y el Papa con su sola presencia provocaba emoción y ejercía persuasión en los seguidores.

Las funciones ejercidas exactamente lo mismo que la persona del orador constituyen un contexto cuya influencia es innegable. No es lo mismo que lo diga un profesor a un alumno.

Si la persona del orador proporciona un contexto al discurso, este último determina la opinión que se tendrá de ella. El discurso contribuye a la buena opinión que el auditorio puede formarse del orador, resulta poco frecuente que se permita a este último, para conseguirlo, elogiarse así mismo.

La vida del orador, en la medida en que es público constituye un amplio preámbulo para su discurso, por ejemplo, Britney Spiers no puede hablar en contra de las drogas porque nadie la va a creer, debido a que su imagen ya esta muy degradada.

Una argumentación vergonzosa, floja o incoherente, lo único que hace es perjudicar al orador. El orador tendrá empeño en conciliarse con el auditorio, bien mostrando su solidaridad con él, bien manifestándole su estima, bien integrándose a su integridad.

Una figura o permissio, es cuando el orador, al tener que asumir, frecuentemente el papel de mentor, de aquel que aconseja, reprende, dirige, debe procurar no provocar en el público un sentimiento de hostilidad ni de inferioridad hacia él; es preciso que el auditorio tenga la impresión de que decide con total libertad.

Todas las técnicas que contribuyan a la comunidad del orador con el auditorio atenuarán la oposición entre ellos. El ceremonial, técnica de distinción que realza la brillantes del orador podrá ser favorable para la persuasión, si los oyentes lo consideran en un ritual en el cual también participan ellos.

Cuando se trata de comunicar hecho, la persona del orador parece estar mucho menos comprometida que cuando se trata de emitir apreciaciones. Pero incluso, la actitud del orador puede manifestar su estima para con el público.

Cuando se trata de la iniciación de una disciplina, no aparece el sentimiento de inferioridad en el auditorio, porque éste tiene de antemano, es deseo de asimilar esta disciplina.

73. El grupo y sus miembros

Los individuos influyen en la imagen que tenemos de los grupos a los cuales pertenecen, e inversamente, lo que pensamos del grupo nos predispone a cierta imagen de los que lo integran.

El prestigio del grupo puede favorecer la propagación de sus ideas, costumbre y modas, de sus productos y procedimientos. La argumentación que atañe al grupo y a sus miembros es mucho más compleja que la que concierne a la persona y a sus actos, primero porque la misma persona pertenece siempre a grupos múltiples, pero la noción de grupo es más indeterminada que la de la persona. A ciertos grupos los reconocerán todos, hasta los protegerán las instituciones.

Si la realidad del grupo depende la actitud de sus miembros, depende otro tanto, y a veces más, de la actitud de las personas ajenas a dicho grupo, Tienden a considerar que existe un grupo social, cada vez que tiene un comportamiento diferente con respecto a sus miembros. La argumentación de grupo es un elemento argumentativo, evidentemente sujeto a controversia inestable, pero de una importancia capital.

La interacción entre el individuo y el grupo puede utilizarse para valorar o devaluar a una y a otro. Uno no puede elogiarse así mismo, puede representarse como partidario de cualquier política o como miembro de tal iglesia, lo cual es susceptible de construir una importante recomendación. Por ejemplo, las empresas que se unen al TELETON, lo hacen para quedar bien y para limpiar su imagen frente al público o a los usuarios.

Algunos modos de comportarse son conforme a la idea que se tiene de los miembros de un grupo: el comportamiento de los nobles, es noble, de los villanos, villano, el de los cristianos, cristiano. Se describe el comportamiento por la dominación misma del grupo, por ejemplo, el ejército.

El valor del acto depende del prestigio del individuo, de lo que se atribuye al grupo. El grupo se enorgullecerá de la conducta de aquellos a los que considera miembros suyos, se olvidara a menudo de ocuparse de las personas ajenas a él.

La única técnica que permite realizar una ruptura de integración entre grupo e individuo consiste en la exclusión de éste; podrá aplicarla al propio individuo o a los demás miembros del grupo. Si alguien expresa una opinión violentamente opuesta a la de los demás miembros del grupo, y se niegan a admitir que esta opinión puede ser atribuida al grupo, entonces se impondrá una ruptura.

Quien ya no comparte las opiniones del grupo, al tiempo que manifiesta claramente que no quiere separarse de él. Deberá emplear decisiones que opongan. Casi siempre la exclusión tiene como consecuencia la adhesión del individuo a otro grupo, lo cual en algunos casos, pone de manifiesto la ruptura con el grupo precedente.

Una misma crítica a un grupo tendrá un alcance muy diferente según que emane del alguien que permanece solidario con el grupo, de alguien que quiera alejar de él o de personas que están fuera de él.

Un grupo que rechaza de inmediato, y casi automáticamente a cualquier miembro cuyo cualquier comportamiento es aberrante, que nunca consiente en servir de fianza a sus miembros se aproximan lo no posible a la situación de la persona no perfecta.

Más frecuentes que las técnicas de ruptura son las técnicas de frenado; las cuales serán el recurso al prejuicio y a la excepción. Esta última técnica se utilizará con éxito en cuanto menos representativos del grupo parezcan ser los individuos.

Otra técnica del frenado consiste en solidarizar al individuo con el mismo. Todas estas técnicas de frenado no se emplean sin que repercutan en los dos componentes del enlace individuo-grupo. El recurrir a la excepción no tiendo sólo a frenar la acción que ejerce el comportamiento del individuo en la imagen que se forma del grupo. Puede tener por resultado el valorar o devaluar al individuo, presentándolo como único, el provocar a propósito un efecto de sorpresa.

Cuanto más desfavorable sea el prejuicio contra el grupo más deberán de trabajar los miembros del grupo que no deseen caer bajo el peso de la condenación general, para que se les reconozca este estatuto excepcional.

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